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LA SOLEDAD EN LA NAVIDAD.
El día de navidad había llegado a todos los lugares, era un momento de paz y alegría, pero no para todo el mundo, pues Izhuki se encontraba solo, des de hacia mucho tiempo no sabia nada de sus amigos, solo que se habían ido que le habían dejado solo sin mas, sin ninguna explicación, ni un misero mensaje, pero lo comprendía fue el ultimo de llegar así que no podía esperar que una organización de asesinos y ladrones le dijeran nada a el, un pobre rufián, pero el pobre Izhuki tenia sentimientos, creía en el amor y en la amistad, así que esa mañana se levanto con los ojos todos llenos de lagrimas al recordar lo bien que habían estado en un tiempo pasado, cuando en cierto modo se comportaban como un grupo de gente, no como ahora que la soledad inunda todos los recodos de la cueva, que usaban como refugio y hogar.
Era de noche en la cueva una pequeña chimenea aun daba calor a la sala, donde en una placida soledad se encontraba, haciendo la cena Izhuki, pues ya no había nadie en la Cueva, los miembros de la organización no habían vuelto a casa por navidad, y el solo, allí escuchando el crepitar del fuego, y observando las horribles sombras que se acentuaban en las blancas pareces de su espalda al moverse por la consumición los leños que aun resistían el auge de las llamas.
Una fina cortina de agua se podía escuchar en el exterior, pues esta noche la madre naturaleza nos brindaba con un manto de fina agua que hacia que extraños olores de hierba y musgo mojado se filtraran por una pequeña ventana que daba al exterior de un patio interior.
El olor a hierba se mezclaba con los olores de la comida que aun se estaba calentando encima de un clavo cogido a la pared de la chimenea en una olla de metal negra, hoy para cenar una sopa de pasta y un trozo de pollo con piñones y pasas, una comida muy normal en esos días.
Pero la soledad invadía completamente la estancia donde un año antes había las risas de un grupo de personas ahora solo se escuchaba el crepitar del fuego y la respiración un agitada de Izhuki, pues recordaba los brillantes momentos vividos un año atrás, incluso recuerda con paz el día que llego.
Lentamente una pequeña brisa se filtraba por el hueco de la chimenea y hacia avivar las llamas, que danzaban por encima de los leños y de las piñas con una baile hipnótico, extraño pero a la vez tranquilo, cuando la brisa se encontraba con el olla una pequeña música se podía escuchar un zumbido, que al escucharlo hubiese tranquilizado hasta a la fiera mas mortífera, y allí estaba el, Izhuki observando los cuatro clavos, donde el año pasado colgaron sus calcetines a la espera de un regalo, esta vez aun vacíos, el primer clavo era el del líder, el segundo que incluso estaba pintado de rubio se sabia que era de Kaythor, después el tercero mirando hacia arriba se podía deducir que era de la extraña sachi y el ultimo era de el, y ese año por mucho que no había nadie mas deseaba seguir siendo el ultimo, pues a lo mejor esa noche... podían encontrarse todos de nuevo.
Una vez la sopa se acabo de calentar se sirvió un poco de ella y dejo la olla en el mismo fuego por si los otros miembros decidieran volver esta noche y así tendrían algo que comer, para calentarla solo tendrían que avivar el fuego de nuevo. Izhuki se sentó en su sitio de siempre y observo la mesa, estaba puesto para cuatro comensales, como era costumbre siempre a la espera del regreso de sus amigos, sabia que Sachi era una traidora, pero en estas fechas señalas todo se perdona, pero solo por esta noche.
Después de cena, lavo rápidamente su plato, debía decorar la cueva un poco con reseñas navideñas, la lluvia aun se podía escuchar fuera pero decidió salir para talar un pequeño árbol, decorarlo con algunas cintas y bolas que se había encontrado en un trastero de la cueva y unas luces. Una vez volvió de fuera algo mojado, pues esa lluvia no mojaba si no que calaba, así que se acerco al fuego para calentarse un poco volvió a escuchar la música formada por la brisa y la olla. Otra de las cosas que realizo esa noche, fue encender unas velas por todo el pasillo principal hasta la gran sala donde se encontraba la cena, por si sus amigos volvían que supieran donde había para comer, ya que seguro que volverían cansados y hambrientos.
Cuando todo fue concluido se dirigió rápidamente hacia su aposento y copio un calcetín rojo y negro con su nombre bordado, lo había echo especialmente para esa ocasión, las horas muertas eran muy duras en la soledad de la cueva, así que se divertía cosiendo y cocinando, y lo dejo en el ultimo clavo, su lugar, pues el fue el ultimo en llegar, y no deseba arrebatar el lugar asignado a los demás miembros.
La llama crepito fuerte, como si de una señal de aprobación se tratase al observar como Izhuki colgaba el calcetín, un momento después una pequeña lagrima caía por la cara de del ninja, al observar la estancia vacía, se la limpio no sin antes mirar de nuevo por la ventana y ver como caían unos pequeños copos de nieve, al menos la nieve había decidido venir a visitarle, y ser su compañera por una noche.
Los pasos de Izhuki resonaban por el eco de la soledad en la cueva, así que decidió ir mas despacio tocando con las yemas de los dedos las paredes por donde pasaba nutriéndose de la piedra, recordando las historias pasadas por el, y por todos los demás y aprendiendo de lo que la pared aun podía enseñar.
Al llegar a su habitación abrió lentamente la puerta entro y después se giro para el vacío pasillo, dijo en alto un buenas noches y el eco le contesto, pero también le contesto el silencio mas absoluto, se desnudo y se puso su pijama, encendió un pequeño calentador de metal con carbón y madera dentro y lo puso justo debajo de la cama, una vez que las pequeñas llamas encendían las maderas y el carbón el calor subía calentando la cama donde yacía tranquilamente Izhuki, mirando al cielo de la cueva en estos momentos.
Antes de cerrar los ojos, para acabar de vivir el día de hoy, miro des de donde se encontraba acurrucado por las sabanas, la ventana donde pudo observar la nevada mas grande que había visto en la vida, después de contemplar eso, sopló la vela que se encontraba a su lado y cerro los ojos, a la espera de que el sol de mañana, derritiese la nieve, pero también a la espera de ver si sus amigos habían vuelto.
El día de navidad había llegado a todos los lugares, era un momento de paz y alegría, pero no para todo el mundo, pues Izhuki se encontraba solo, des de hacia mucho tiempo no sabia nada de sus amigos, solo que se habían ido que le habían dejado solo sin mas, sin ninguna explicación, ni un misero mensaje, pero lo comprendía fue el ultimo de llegar así que no podía esperar que una organización de asesinos y ladrones le dijeran nada a el, un pobre rufián, pero el pobre Izhuki tenia sentimientos, creía en el amor y en la amistad, así que esa mañana se levanto con los ojos todos llenos de lagrimas al recordar lo bien que habían estado en un tiempo pasado, cuando en cierto modo se comportaban como un grupo de gente, no como ahora que la soledad inunda todos los recodos de la cueva, que usaban como refugio y hogar.
Era de noche en la cueva una pequeña chimenea aun daba calor a la sala, donde en una placida soledad se encontraba, haciendo la cena Izhuki, pues ya no había nadie en la Cueva, los miembros de la organización no habían vuelto a casa por navidad, y el solo, allí escuchando el crepitar del fuego, y observando las horribles sombras que se acentuaban en las blancas pareces de su espalda al moverse por la consumición los leños que aun resistían el auge de las llamas.
Una fina cortina de agua se podía escuchar en el exterior, pues esta noche la madre naturaleza nos brindaba con un manto de fina agua que hacia que extraños olores de hierba y musgo mojado se filtraran por una pequeña ventana que daba al exterior de un patio interior.
El olor a hierba se mezclaba con los olores de la comida que aun se estaba calentando encima de un clavo cogido a la pared de la chimenea en una olla de metal negra, hoy para cenar una sopa de pasta y un trozo de pollo con piñones y pasas, una comida muy normal en esos días.
Pero la soledad invadía completamente la estancia donde un año antes había las risas de un grupo de personas ahora solo se escuchaba el crepitar del fuego y la respiración un agitada de Izhuki, pues recordaba los brillantes momentos vividos un año atrás, incluso recuerda con paz el día que llego.
Lentamente una pequeña brisa se filtraba por el hueco de la chimenea y hacia avivar las llamas, que danzaban por encima de los leños y de las piñas con una baile hipnótico, extraño pero a la vez tranquilo, cuando la brisa se encontraba con el olla una pequeña música se podía escuchar un zumbido, que al escucharlo hubiese tranquilizado hasta a la fiera mas mortífera, y allí estaba el, Izhuki observando los cuatro clavos, donde el año pasado colgaron sus calcetines a la espera de un regalo, esta vez aun vacíos, el primer clavo era el del líder, el segundo que incluso estaba pintado de rubio se sabia que era de Kaythor, después el tercero mirando hacia arriba se podía deducir que era de la extraña sachi y el ultimo era de el, y ese año por mucho que no había nadie mas deseaba seguir siendo el ultimo, pues a lo mejor esa noche... podían encontrarse todos de nuevo.
Una vez la sopa se acabo de calentar se sirvió un poco de ella y dejo la olla en el mismo fuego por si los otros miembros decidieran volver esta noche y así tendrían algo que comer, para calentarla solo tendrían que avivar el fuego de nuevo. Izhuki se sentó en su sitio de siempre y observo la mesa, estaba puesto para cuatro comensales, como era costumbre siempre a la espera del regreso de sus amigos, sabia que Sachi era una traidora, pero en estas fechas señalas todo se perdona, pero solo por esta noche.
Después de cena, lavo rápidamente su plato, debía decorar la cueva un poco con reseñas navideñas, la lluvia aun se podía escuchar fuera pero decidió salir para talar un pequeño árbol, decorarlo con algunas cintas y bolas que se había encontrado en un trastero de la cueva y unas luces. Una vez volvió de fuera algo mojado, pues esa lluvia no mojaba si no que calaba, así que se acerco al fuego para calentarse un poco volvió a escuchar la música formada por la brisa y la olla. Otra de las cosas que realizo esa noche, fue encender unas velas por todo el pasillo principal hasta la gran sala donde se encontraba la cena, por si sus amigos volvían que supieran donde había para comer, ya que seguro que volverían cansados y hambrientos.
Cuando todo fue concluido se dirigió rápidamente hacia su aposento y copio un calcetín rojo y negro con su nombre bordado, lo había echo especialmente para esa ocasión, las horas muertas eran muy duras en la soledad de la cueva, así que se divertía cosiendo y cocinando, y lo dejo en el ultimo clavo, su lugar, pues el fue el ultimo en llegar, y no deseba arrebatar el lugar asignado a los demás miembros.
La llama crepito fuerte, como si de una señal de aprobación se tratase al observar como Izhuki colgaba el calcetín, un momento después una pequeña lagrima caía por la cara de del ninja, al observar la estancia vacía, se la limpio no sin antes mirar de nuevo por la ventana y ver como caían unos pequeños copos de nieve, al menos la nieve había decidido venir a visitarle, y ser su compañera por una noche.
Los pasos de Izhuki resonaban por el eco de la soledad en la cueva, así que decidió ir mas despacio tocando con las yemas de los dedos las paredes por donde pasaba nutriéndose de la piedra, recordando las historias pasadas por el, y por todos los demás y aprendiendo de lo que la pared aun podía enseñar.
Al llegar a su habitación abrió lentamente la puerta entro y después se giro para el vacío pasillo, dijo en alto un buenas noches y el eco le contesto, pero también le contesto el silencio mas absoluto, se desnudo y se puso su pijama, encendió un pequeño calentador de metal con carbón y madera dentro y lo puso justo debajo de la cama, una vez que las pequeñas llamas encendían las maderas y el carbón el calor subía calentando la cama donde yacía tranquilamente Izhuki, mirando al cielo de la cueva en estos momentos.
Antes de cerrar los ojos, para acabar de vivir el día de hoy, miro des de donde se encontraba acurrucado por las sabanas, la ventana donde pudo observar la nevada mas grande que había visto en la vida, después de contemplar eso, sopló la vela que se encontraba a su lado y cerro los ojos, a la espera de que el sol de mañana, derritiese la nieve, pero también a la espera de ver si sus amigos habían vuelto.
